Soy una defensora del derecho a estar triste y estas son mis razones

Soy una defensora del derecho a estar triste y estas son mis razones
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Estar triste y demostrarlo tiene muy mala prensa. La primera reacción de la gente cuando te ve llorar es decirte que no lo hagas, que no pasa nada, que si dejas de llorar se te pasará. Normalmente la intención es buena, claro. Esas personas solo quieren consolarte, pero también, en parte, dejar de verte triste. La tristeza y el llanto ajeno incomoda, porque no sabemos qué hacer con él.

En los últimos años cada vez se ha ido poniendo más de moda una corriente positiva, en la que te vienen a decir que estar o no estar triste depende única y exclusivamente de ti. Que por muy mal que vengan las cosas, debes mantener una actitud positiva e intentar sonreír. Tanto es así, que se han creado empresas alrededor de esta filosofía. El mensaje está claro: estar triste y mostrarlo no está bien visto. Pase lo que pase, debemos poner buena cara y fingir que todo va bien.

La pregunta que me surge ante esta situación es si esta insistencia por la felicidad y la negación de las tristeza se debe a que, realmente, creemos que así vamos a ser más felices o, más bien, a que la tristeza y el llanto ajeno nos supera y si fingen no tendremos que verlo. Por desgracia, creo que la respuesta es lo segundo. Y no necesariamente por egoísmo, sino porque no tenemos herramientas para tratar con las emociones negativas como la tristeza o la ira.

El diferente trato a nuestras emociones

Hay una especie de consenso en nuestra sociedad por el que se toma como "buenas emociones" las emociones que consideramos positivas como la alegría, la felicidad, la gratitud, el amor, la diversión o la esperanza. Estas emociones están aceptadas y podemos expresarlas abiertamente. Los demás no solo nos animan a hacerlo, sino que nos acompañan en esta expresión. Tenemos herramientas para manejar estas emociones - en la mayoría de los casos - porque al ser aceptadas se nos permite aprender a entenderlas, reconocerlas y trabajarlas.

Sin embargo, las emociones negativas como la tristeza, la ira, la envidia, o la culpabilidad son emociones de las que no se habla y que parece que tenemos que quitarnos de encima cuánto antes. No debemos sentir envidia porque está mal, no debemos esta enfadados durante demasiado tiempo porque está mal, tenemos que dejar de estar tristes lo antes posible, porque estarlo durante mucho tiempo está mal.

Y, sin embargo, son emociones que todos nosotros tenemos y que, por mucho que lo intentemos, no podemos evitar. Por mucho que nos esforcemos en negarlas o intentar esconderlas, la realidad es que aparecen una y otra vez. Es más, a veces casi parece que cuánto más las intentamos negar, más veces aparecen y más profundas son.

Es importante que atendamos a todas nuestras emociones

Cuánto más negamos una emoción, menos control tenemos sobre ella y más difícil se nos hace saber cómo manejarlas. Cuánto más las tapamos más acaban por desbordarnos. Y es que, no podemos evitar sentir emociones negativas igual que no podemos evitar la alegría, o la diversión cuando aparecen. Intentar hacerlo tiene tanto sentido como intentar no estar feliz al recibir una buena noticia, o intentar no sentir amor cuando un ser querido te abraza. Simplemente, no se puede.

Por ello, es importante que seamos conscientes de la importancia e inevitabilidad de todas nuestras emociones. Solo cuando aceptemos que las emociones negativas también forman parte de nosotros, seremos capaces de tener cierto control sobre ellas y de aprender herramientas para manejarlas de manera adaptativa.

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Es por eso que yo soy una firme defensora del derecho que todos tenemos a estar tristes y a expresarlo abiertamente. Si estás triste y te apetece llorar, hazlo. Exactamente igual que si estás feliz y te apetece reír lo haces. Si estás enfadada y necesitas decirlo, dilo. Porque las emociones no se pueden ahogar y, al final, acaban saliendo. Cuánto más las contenemos y las negamos, más acaban apareciendo de una manera poco eficaz y desbordada.

Si nos ha pasado algo triste o malo, es totalmente normal que estemos tristes y suframos. No pasa nada por ello. Esto no quiere decir que debamos quedarnos estancados en el dolor y el sufrimiento sin mirar hacía adelante. Lo que quiere decir es que debemos permitirnos llorar y liberarnos de esa emoción negativa para luego poder seguir hacía adelante.

Cuánto más normalicemos nuestro derecho a estar triste, a aceptar nuestras emociones sean las que sean. Cuánto más entendamos que todas las emociones, negativas y positivas, forman parte de nosotros y tienen una razón de ser y un propósito, más sencillo nos será aprender herramientas para manejarlas adecuadamente y, paradójicamente, menos sufriremos por culpa de ellas.

Lo único que necesitamos saber es que, no pasa nada por llorar, no pasa nada por tener emociones negativas, ni por estar triste a veces por cosas que nos afectan. No necesitamos negar esas emociones ni forzarnos a estar bien todo el tiempo - ni por nosotros mismos, ni por no preocupar a los demás o porque no nos vean sufrir -. Las emociones son complejas y variadas, y pueden combinarse, yuxtaponerse e intercalarse. Que, a veces, tengamos momentos tristes no quiere decir que no vayamos a dejarlos atrás o que no podamos ser felices.

Solo quiere decir que somos humanos, seres complejos con multitud de capas y posibilidades. Enseñémonos a nosotras mismas, y a nuestros pequeños, a aceptarnos en toda nuestra complejidad y con todas nuestras emociones. Solo de esta manera conseguiremos que las emociones, sean las que sean, no nos superen. Solo de esta manera conseguiremos aceptarnos por completo y aprender herramientas adecuadas para manejar de la manera más adaptiva y saludable posible todo nuestro rango de emociones.

Imágenes | New Girl, Giphy

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