Cuando una se quiere a sí misma, lo cual es estupendo, cree que el resto de las mortales deberían vestir como ella, con ultra pegadizos vestidos que quitan respiraciones, la nuestra y la de los caballeros. Victoria Beckham es más lista que eso y sabe que el cliente es el que manda.
Por ello este verano se ha dedicado a recorrer mundo en ferias y eventos preguntando a sus posibles clientas ¿qué es lo que deseáis? ¿que me falta o me sobra?
Deseamos, supongo que dirían a tenor de la nueva colección, trajes llevables, ser sencillamente sofisticadas, dulcemente sexys y candorosamente retros.
Dicho y hecho:
I wanted to take my aesthetic and find a new way of working it,
Y su nueva manera de hacer las cosas destaca por ser antagonista de la antigua: con sandalia plana en lugar de taconazo por increíble que parezca (de Manolo Blahnik eso sí), con siluetas de línea A en lugar de pegadizos tejidos y colores potentes que se mezclan con su adorado negro.
El naranja se exprime al máximo y logra un jugo muy apetecible: lograr que un color cítrico sea llevado por una mujer reacia a las novedades cromáticas, ejemplo claro de ello son las neoyorkinas.
Es un cambio radical pero la reconocemos y su salida al final del desfile no nos parece haber confundido el diseñador con sus creaciones. ¿No nos la imaginamos perfectamente de esta guisa? Salvando, quizás, la sandalia plana.
El sexy no se deja de lado, pero en esta ocasión se limita a pantalones tan skinny que no dejan espacio para nada y menos para los trastos de una madre de cuatro churumbeles. Veremos si el resto de madres de cuatro o uno se animan con esta moda más real o prefieren soñar con las apreturas de antes.
¿Venta o prensa? Esa parece ser la cuestión.
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