Mi padre es cazador y, hace un montón de años, en el coto todavía se encontraban trufas blancas. Como los demás cazadores sólo las querían negras, él siempre se llevaba las blancas sin rechistar. ¡Y el festín que se daban con mi madre!
Y es que la trufa blanca es uno de los manjares más caros del mundo. Contrariamente a lo que cree mucha gente, es un hongo subterráneo y no un tubérculo (aunque tiene su forma) y se encuentran los mejores y más grandes ejemplares en la región de Piamonte en el norte de Italia.
¿He dicho grandes? Las más grandes trufas blancas, de hasta 1,5 kilos, como las de las dos fotos del post, por las que gente interesada llega a pagar 200.000 y 330.000 dólares en subastas gastronómicas (con fines benéficos).
El Sr. Stanley Ho, billonario y coleccionista de los ejemplares más gigantes, es uno de ellos (foto arriba). La trufa blanca que os he citado de 200.000 dólares es la que muestran en la foto, no llegaba al kilo de peso y se peleó por ella en una subasta benéfica simultánea en Abu Dhabi, Macau, Londres y Roma el pasado 29 de noviembre.
Otro de los muchos efectos negativos del calentamiento global afecta a las trufas blancas que, al no ser cultivadas sino crecer en estado salvaje en los bosques de encinas y robles en otoño, están creciendo mucho menos a causa de las lluvias torrenciales estacionarias.
Y ello hace que las más pequeñas hayan subido de precio más aún en los últimos años. Porque si una de las trufas blancas-trofeo fue ofrecida para cenar a los amigos del ganador y llegó para 50 personas, se necesitan muchas trufitas para el mismo banquete tartufo. Mi madre insiste que está buenísima en tortilla aunque yo la comería con pasta.
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