Anécdota de comportamiento excelente en una situación embarazosa

Anécdota de comportamiento excelente en una situación embarazosa
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Ésta es una anécdota verídica que ocurrió durante una recepción-cena de compromiso en la que el matrimonio anfitrión invitó a los colegas de trabajo del marido. Todo estaba muy bien dispuesto, los invitados con un cocktail de aperitivo en la mano y justo cuando el ambiente empezaba a tomar calidez entre los presentes ... ocurrió.

Uno de los invitados acudió a la cena con su niño de unos tres años y estaba haciendo las delicias de la anfitriona con caritas, sonriente e inocente al bochorno que le iba a hacer pasar. De pie frente a ella, sentada en la chaise longue para llegar a la altura del pequeño, al mismo tiempo que cogía con fuerza el escote del vestido palabra de honor que llevaba, se levantó.

Imagínate que eres la señora y que, frente a tus invitados de compromiso, se baja tu vestido y queda tu pecho totalmente al descubierto. ¿Qué haces?. Yo no sé cómo reaccionaría pero seguro que se me escaba un grito de horror mientras subo avergonzadamente el vestido más veloz que el tren bala. ¿Salir corriendo?. Creo que sí.

Es una gran señora y, aunque sorprendida, abochornada, nerviosa y sonrojada hasta la médula, con gran autocontrol se colocó el vestido de nuevo. Con la cabeza alta y con voz entrecortada pero suave dijo: "Si me disculpan ...". Y se fue a su habitación a calmarse. No creo que yo fuera capaz de hacerlo tan bien.

Por parte de los invitados, ninguna exclamación exagerada ni fuera de tono. Nada de miradas descaradas ni bocas abiertas, y mucho menos acudir a decirle que no pasa nada: hubiera estado fuera de tono. Primero por dejarla todavía más en evidencia. Y segundo, porque los invitados eran de compromiso y no existía la confianza necesaria.

No sé cómo se disculparon los padres del niño travieso pero no debieron hacerlo en público sino en privado, directamente con ella en una habitación separada pero sin insistir para no alargar la agonía de la situación.

Una vez de vuelta tras un tiempo prudencial, ni corto ni largo, la anfitriona volvió a atender a sus invitados con la cara recompuesta y una sonrisa, como si nada hubiese ocurrido y conversando de esto y lo otro para no enrarecer el ambiente. El aplomo y el autocontrol que tuvo es envidiable y la aplaudo por ello.

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