Sobre el postureo, el coste de las bodas y la duración de los matrimonios

Sobre el postureo, el coste de las bodas y la duración de los matrimonios

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Sobre el postureo, el coste de las bodas y la duración de los matrimonios

En este mundo loco cada día se hacen más y más estudios sobre todo tipo de cosas.  Yo soy muy aficionada a leer los resultados, por pura diversión. Pero a la hora de la verdad no acabo de creérmelos del todo. Primero, porque yo no he conocido a nadie que haya participado en una encuesta por el estilo. Segundo, porque no me fío de la sinceridad de las respuestas de la gente sobre su vida sexual o íntima (todos pretendemos parecer más liberales de lo que somos, incluso ante nosotros mismos). Y por último, todas las estadísticas, a fin y al cabo, son el resultado de una generalización a la que nos oponemos diariamente.

Aún así yo, como todos los demás, leo muchos estudios sobre la sexualidad y sociedad. Para mí son como los horóscopos: me distraen, me hacen creer que ahora lo entiendo todo e, incluso, me hacen sentir un poco especial. 

Cada loco con su tema.

Hace relativamente poco leí uno sobre los matrimonios estadounidenses que decía algo así como: el precio de la boda y de anillo de compromiso es inversamente proporcional a la duración del matrimonio. Me reí a carcajadas: ¿acaso los ricos no se aman? 

Sin embrago hay parte de razón en ello.Y antes de que me matéis a pedradas gritando: “Pues yo me casé con 250 invitados y sigo siendo feliz desde hace 20 años”, dejadme que me explique.

No creo que el coste de la boda determine la duración del matrimonio, sino que la importancia que le da una pareja a aparentar revela la enfermedad de sus valores. 

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Hoy en día, con toda esa obsesión por las redes sociales, por el postureo, por vivir hacia afuera, por impresionar a los demás, se nos olvida cómo somos en la intimidad. Conozco a muchas parejas que viven alimentándose de halagos gratuitos de Instagram: “Qué pareja tan ideal”, “Qué suerte de encontrar el amor de verdad”, “Qué novio tan maravilloso que tienes”. Para ellos, el hecho de ser “la pareja it” les confirma el éxito de su relación.

He visto situaciones que me provocaron escalofríos: mujeres que comparten el regalo de su novio con todos sus fans, mostrándoles la nota íntima que lo acompaña; hombres que declaran el amor infinito a su pareja por Facebook al mismo tiempo que estén mirando el culo a la camarera del bar; parejas vestidas a conjunto dándose el morreo de cine para sus fans y que, una vez están en casa, ni siquiera se tocan…

Lo de las bodas va más bien por ahí. A mí me parece bien que la gente lo celebre como les salga de las narices si eso es lo que les hace ilusión. Pero sigo preguntándome: ¿dónde termina el postureo o el negocio y empieza la verdadera celebración de compromiso y amor?

Las bodas, a estas alturas, ya son de todo menos un acto íntimo. Las “invitaciones" con un número de cuenta bancaria (se me escapa en qué momento lo llamamos “invitación), los vestidos que valen un riñón, las joyas alquiladas, las novias histéricas a una semana de convertirse en esposas preocupadas por el centro de la mesa más que por pasarlo bien en su día, los fotógrafos que hacen que poses cada segundo (cada vez menos, eso sí). Si hasta hubo una boda blogger en la que el sacerdote deletreaba el hashtag de la boda.

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Yo ya no entiendo nada, así os lo digo. Desde hace años, cuando alguien a quién apenas conozco, me invita a su boda, a pesar de no haberme preguntado «¿qué tal?» en los últimos diez años, respondo: me voy de viaje. Y me voy de viaje. Porque irme de viaje me cuesta menos que el cubierto, el regalo y el vestido de la boda que no me importa en absoluto. Y, desde luego, el viaje lo disfruto mucho más.

Ahora que lo pienso, quizás el motivo por el que los encuestados que tuvieron una boda millonaria se separan no es el precio de la boda sino lo poco que les importa el compromiso en sí.

Quién sabe. 

Algunos dicen que el dinero sí da la felicidad. Yo les respondería: "La felicidad, adinerada o no, tiene fecha de caducidad, como todo en esta vida. Y, una vez llega el bajón, lo importante es tener a alguien con valores a tu lado."

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