Las mujeres sin hogar, ¿lo tienen más fácil o más difícil que los hombres?

Las mujeres sin hogar, ¿lo tienen más fácil o más difícil que los hombres?

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Las mujeres sin hogar, ¿lo tienen más fácil o más difícil que los hombres?

En España, unas 40.000 personas viven en la calle, según los últimos datos publicados por Cáritas. Aunque muchas veces la sociedad cierre los ojos, los vemos cada día: en los bancos de los parques de nuestras ciudades, en las puertas de las iglesias o en los alrededores de los albergues y refugios que trabajan para ayudar a su inclusión social. Y, entre ellos, una de cada cinco son mujeres. ¿Se enfrentan a problemáticas específicas por su sexo o su drama es igual al de los hombres sin hogar?

Vivir en la calle siendo mujer, en primera persona

Para conocer la problemática de ser una mujer sin hogar, hemos acudido a la voz de la experiencia. María (nombre simulado para mantener su privacidad) es una mujer que ha vivido más de quince años en la calle. Su historia es una de tantas que encontramos entre las personas sin hogar, de esas que hablan de una vida truncada por errores propios y falta de apoyo ajeno. Cuando estaba a punto de cumplir cuarenta años, María, maestra de profesión, atravesó en pocos meses por varias situaciones que acabaron con su vida normal: un divorcio difícil, que derivó en una depresión que hizo que perdiera su trabajo, y el alcohol como punto final. De ahí a perder su casa y a una vida en la calle.

María vivió en la calle hasta hace tres años, cuando un programa de inclusión social de la ciudad en la que vivía le concedió una ayuda económica y una vivienda social. Pasó, en quince años y medio, por las calles de Tarragona, Madrid, A Coruña y Elche. Cuando le preguntamos qué es lo que más recuerda de sus años en la calle, nos lo resume en tres palabras: «Frío, adicción y miedo». El frío de los inviernos duros, de las noches en la calle, entre mantas y cartones. La adicción, en su caso al alcohol, que ella considera el compañero de viaje habitual de muchas personas sin hogar, la manera de evadirse. Y el miedo. A las agresiones, a los abusos, al futuro.

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María es firme en su opinión sobre las diferencias entre hombres y mujeres sin hogar. Ambos viven un drama personal, pero en el caso de las mujeres es más acusado: «Tenemos varios estigmas, pero el peor, sin duda, es el de la agresión sexual. Una mujer en la calle es lo más vulnerable que se puede ser. Somos un blanco fácil para que nos agredan sexualmente, tanto gente normal como nuestros propios compañeros de calle».

Según datos de la Cadena SER, una de cada cuatro mujeres que viven en la calle han sufrido agresiones sexuales. ¿Se denuncian?, nos preguntamos. María lo tiene claro: «No, nunca. Al menos, que yo haya sabido. Quizá sí se denuncie cuando la violación se consuma, pero no he conocido de primera mano ningún caso. Lo que sí he sufrido yo son empujones, tocamientos, mucha violencia verbal... El alcohol y la calle deshumanizan, y se nos ve como personas que no cuentan».

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En la práctica, también hay momentos difíciles. La menstruación es el más evidente. «Yo lo sufrí poco tiempo, porque acabé en la calle a una cierta edad, pero es muy desagradable. Por un lado, tener que gastarnos lo poco que tenemos en compresas o tampones. Por otro, el no tener acceso a cuartos de baño para cambiarnos y solo de vez en cuando a duchas para tener un mínimo de higiene. Y, por último, ser muy conscientes de que, si nos manchamos la ropa, no tenemos otra por la que cambiarla».

María ya no está en la calle, y es ahora cuando es consciente de las dificultades añadidas que sufrió durante años por ser mujer. «Las mujeres somos minoría absoluta en la calle y, si en la realidad cotidiana estamos discriminadas, en el entorno de esa vida, directamente somos invisibles. Además, la solidaridad entre nosotras era inexistente».

Qué hacen las instituciones por las mujeres sin hogar

El primer objetivo de las instituciones que trabajan con personas sin hogar es proporcionarles los medios necesarios para paliar en la medida de los posible las duras condiciones de vida en la calle, y trabajar, al mismo tiempo, en una inclusión social que devuelva su vida a la normalidad. En esto, no hay diferencia entre el trabajo con hombres y con mujeres.

Muchos albergues para personas sin hogar proporcionan productos de higiene entre los artículos que reparten a las personas que acuden a solicitar sus servicios. Dependiendo de la institución, los productos varían, pero muchos de ellos incluyen compresas y tampones. De hecho, en Estados Unidos, existe un movimiento denominado #TheHomelessPeriod, que pretende que sea obligatorio que los productos de higiene femenina estén disponibles en los albergues de indigentes de todo el país.

Nadya Okamoto es una estudiante de 18 años de Harvard que ha creado la ONG Camions of Care, tras conocer la situación que viven las mujeres en la calle. Las premisas de las que parte la asociación son tajantes: «Imagina tener que usar una bolsa de papel usada para la regla» o «Imagina tener que elegir entre un tampón y comida». Pretende concienciar a la sociedad sobre una problemática desconocida, la de la ausencia de productos de higiene femenina, y ya ha conseguido que se financien las compresas y tampones de más de 78.000 mujeres.

Otra carencia desconocida que sufren las mujeres sin hogar es la de sujetadores. La ropa interior escasea entre las donaciones de prendas usadas cuyo destino son los sin techo. Dana Marlowe es una mujer de Washington (Estados Unidos) que, tras adelgazar muchos kilos, se dio cuenta de que todos sus sujetadores, incluidos algunos sin estrenar, ya no le servían. Se propuso donarlos, y fue entonces cuando descubrió que esta era una de las mayores carencias en los refugios para indigentes. Se puso manos a la obra y recaudó más de 1.000 sujetadores para conseguir que las mujeres que viven en la calle puedan tener una vida lo más parecida posible al resto de la población. Con el paso de los años, ha añadido a su causa los productos de higiene y calcula que actualmente ha conseguido donar más de 8.000 sujetadores y 30.000 compresas y tampones.

Tanto la necesaria higiene femenina como la posibilidad de acceder a prendas de ropa adecuadas influyen no solo en la calidad de vida de estas mujeres, sino también en su autoestima, que los expertos consideran una de las claves personales para lograr salir de la calle.

Imágenes | Pixabay.

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